Argentina 2016. Crisis de liderazgo politico

Cumplido el primer año de gestión del presidente Mauricio Macri el panorama, es evidente, no se presenta como muy alentador.
La situación económica y social de los tres líderes de la región (Brasil, México y Argentina) es por lo menos, preocupante.
El denominador común, desde la política, lo constituye un giro marcado de algunos gobiernos de las región hacia posiciones de derecha, por caso Macri en la Argentina y Temer en Brasil. Otros gobiernos de corte digamos populista (uso el término aún a riesgo de su conflictivo significado) como el de Evo Morales en Bolivia o el de Correa en Ecuador, se mantienen dignamente, aggiornandose con altura a los renacidos aires neoliberales.
Las velas de este giro a la derecha en el caso argentino han sido henchidas más por vientos ideológicos o ideologizados, antes que por análisis técnicos y objetivos. Aunque la conformación de equipos de gobierno con la "crem de la crem" en materia empresarial hicieran alentar esta expectativa. En otras palabras, pensamos que venía el dream team, los "profesionales" (Body y Doyle ...), tipos que saben exactamente lo que hay que hacer y como hacerlo.
No fue así. El desfile de ceos hizo recordar los tiempos de Ongania y sus tecnócratas del Opus Dei, con el agravante de que no se trata está vez de un gobierno ilegal.
Sería de una gran necedad no reconocer que los equipos conformados integraron a grandes individualidades, tal vez (digo tal vez, ya que no nos consta a ciencia cierta) muy buenas en sus áreas y empresas, pero casi totalmente inexpertas en materia de gestión estatal. Aranguren, Prat Gay, Constantini, Melconian, etc. etc. brillaron en el firmamento cuales Messis de la economía. Lamentablemente funcionaron igual que el 10 en la selección.
Las primeras medidas aplicadas por la gestión del presidente Macri se tomaron porque el manual del buen neoliberal indicaban que había que tomarlas y se resumen en una sola palabra: ajuste. No hubo intención de hacer política, tal vez ni siquiera se lo plantearon. No hubo intención de considerar si algo de lo hecho por la gestión kirchnerista era objetivamente conservable. Respetando las constantes que se dan en nuestro proceso histórico se sentenció que todo lo que hizo el que estaba antes está mal, cual plomero que viene a casa y lo primero que hace es preguntar "quien te hizo este desastre?".
Las burbujas del champan añejado en la cuba del triunfo (?) electoral de Cambiemos, rápidamente subieron a la cabeza de los líderes del Pro e impidieron o tal vez obturaron la principal actividad que debe llevar adelante un líder: hacer política. Esto es, sumar voluntades. 
En ese sentido, la política implica un construcción de consensos que permita adherir voluntades en pos de un proyecto común, incluso si el proyecto implica el propio sacrificio y el sufrimiento de esas voluntades. En otras palabras, si voy a ser objeto de un ajuste brutal, necesito creer en aquel que me va a convertir en objeto de ese ajuste. Necesito (necesitamos) un líder.
Para muchos (la mitad menos uno), Macri no era esa líder. Scioli tampoco, pero por lo menos se sabía que respondía al espacio de Cristina Fernández y a un proyecto político, social y económico preciso.
Para otros muchos (la otra mitad más ese uno), la creencia paso por pensar que cualquier cosa que ofreciera Macri tendría que ser mejor que lo hecho por la gestión kirchnerista. No les importo si el hombre era o podía ser un líder. El famoso voto "contra".
Resumiendo: entiendo que faltó, sigue faltando y va a seguir faltando una figura política con dotes de liderazgo que pueda sumar voluntades en una dirección precisa, incluso si esta fuera un proyecto de corte neoliberal. Macri no supo, no quiso y/o no puede erigirse en una figura de liderazgo politico. No convence, no seduce, no enamora. Tampoco dice nada inteligente que permita obviar su ausencia total de carisma. Es más, tiene expresiones claramente desafortunadas (y nadie que lo asesore) tanto desde lo afectivo como desde lo intelectual. No obstante eso,  saquemos el carisma, saquemos la inteligencia. Vayamos por la actitud, el carácter, los valores, su autoridad moral para arrojar la primera piedra o pedir el sacrificio a los que pagan el ajuste... Los Panamá Papers, entre otras varias cosas, no lo ayudan mucho en ese sentido.
Ahora bien, dejemos de lado esto ultimo. Es dable pensar que, aún con todos sus déficits, el hombre consiga unos resultados económicos que vuelquen las voluntades ante la evidencia del éxito alcanzado. Pero tampoco ese es el caso. Es más, claramente la economía no logra despegar, ni siquiera ha empezado a carretear, y lamentablemente el expediente al que recurre de manera sistemática la gestión de Cambiemos pasa por responsabilizar al gobierno anterior y su "pesada herencia". Demos por sentado que varios indicadores económicos dejados por la gestión kirchnerista no fueron los mejores. Concedamos que muchas de las medidas económicas de esa gestion eran "antipáticas" para algunos sectores de la sociedad. Aceptemos la existencia de hechos de corrupción evidentes. Aún así, de ninguna manera, la Argentina de diciembre de 2015 era la Argentina de diciembre de 2001. Discutir esto sería una ofensa a la inteligencia de cualquiera, por más anti kirchnerista que sea. Entonces, la pregunta tal vez debiera ser, ¿que parte de responsabilidad le toca a las medidas tomadas por la  gestión macrista ante esta situación de estancamiento de la economía a más de un año de iniciada su gestión? ¿ se puede seguir subestimando la inteligencia de los ciudadanos, sea cual fuere su simpatía política, manteniendo el discurso de la "pesada herencia"? 
Todo esto se traduce, en última instancia, en una ausencia de liderazgo politico, que difícilmente pueda  sostenerse en el tiempo de manera prolongada.
A poco más de un año de gestión Pro, los últimos movimientos en el gabinete Nacional, en especial en el equipo económico, parecerían dar aliento a que una perspectiva política comienza a imponerse por sobre el fundamentalismo ideológico que impero hasta ahora. Aún que las nuevas designaciones sean poco o nada alentadoras. Tal vez alguien (vaya a saber quién) se ha dado cuenta que, si quieren llegar a los cuatro años de mandato y terminar con el estigma nefasto de los gobiernos no peronistas, tienen que empezar a hacer política. Y esto es sumar, no a quienes ya los votaron, sino a las voluntades que no los votaron y creyeron durante 12 años en el modelo nacional y popular implementado por los Kirchner.
Empezar por reconocer y valorar que se hizo bien en esos 12 años, terminar con el discurso de la pesada herencia y mostrar algo de respeto por los que votaron por otro modelo de país, sería una buena forma de empezar a hacer política y de construir un liderazgo que no termina de aparecer. Traducir en hechos concretos el discurso de la unidad y del cierre de la brecha, ayudaría mucho.  Revisar y revertir algunos cursos de acción política, algunas medidas claramente impopulares, también sería muy positivo. La tarea es titánica y harto difícil de lograr, máxime el empeño puesto en destruir antes que construir.
¿Estará el presidente Macri a la altura de semejante desafío en los tres años que le faltan de gobierno?
Nunca la invocación Dios, siempre más formal que sustancial, pidiendo iluminación al Presidente,  cobró más relevancia que hoy en día.

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