No hay nada que se pueda hacer

Puede ser que ya para 1971 o 72 Lanusse se hubiera dado cuenta de que nada se podía hacer? Que la marea peronista era inevitable? Que hasta los más acérrimos antiperonistas, como el, nada podían hacer? Que la firmeza de las ideas que tenían, que su convencimiento íntimo de la maldad intrínseca del peronismo era absolutamente incapaz de torcer el curso de la historia? Puede que Lanusse y otros más se dieron cuenta de esto y de que también los argentinos cumplimos ciclos de autoaniquilamiento, de que la marea peronista así como había llegado a !a playa y estaba por arrasar con todo lo que él creía, también en algún momento se retiraría. Que para ser parte del movimiento de la historia también había que contemplar subirse a esa marea, e incluso ayudarla, porque en ese subirse a la antítesis del pensamiento se estaban sembrando las posibilidades de una marea distinta, más bien cercana  a lo que era parte de su pensamiento.
Tal vez sea el momento de aceptar lo inevitable. Es el tiempo de esta derecha exultante en su clase y sobre todo, en las clases que debieran repudiarla. ¿Existe algún artilugio técnico que permita suspender el proceso de corsi e ricorsi en el imperio de la derecha o más bien, el regreso cíclico de la antítesis es inevitable, más allá de internet, de los medios manipuladores, de los trolls y de toda ese arsenal tecnológico que pretende suplantar y someter el imperio de la voluntad?
Desde algunos lugares menos escuchados hoy se hablaba de saber leer los signos de los tiempos. Puede que sea un tiempo de retirada, de dejar hacer, de esperar y observar como las propias contradicciones de estos tiempo preparan el retorno de otras ideas, de aquellas en las que se debería creer con alguna razonabilidad.
Hoy, estos hombres celebran y se regodean en un presente cercano a su idea del deber ser. Del otro lado, supimos disfrutar de esa sensación de invencibilidad, cuando veíamos a esos mismos que hoy celebran, deambular de aquí para allá, molestando con sus barbaridades pero incapaces de estructurar algo parecido a una oposición. Sin embargo este sistema democrático tiene la particularidad de hacer que, aquello que Hegel llamo el espíritu de !a historia, se manifieste expresamente y en forma periódica, produciendo el torcimiento de los acontecimientos en direcciones que solo ese espíritu entiende, y al que los hombres creamos y al que luego debemos someternos so pena de sufrir sin sentido.
Perón se fue en 1955 sin presentar mucha resistencia. ¿Supo leer los signos de los tiempos? ¿Tenía sentido mandar a la muerte a los obreros ante al movimiento fatal de la historia? Parecería que hablamos de una suerte de determinismo, pero de lo que estamos hablando es de la posibilidad de captar el movimiento de la ola y tener la destreza, la visión para atrapar esa ola, subirnos, ir con ella y llegar a destino listos para empezar otra vez, estando atentos a los signos de los tiempos.
Alguno dirá con razón que el el medio de estas disquisiciones hay vidas que sufren, que no tienen ni el tiempo ni la posibilidad de la mirada atenta. Que esas posiciones que miran desde la altura de la historia solo son para algunos que no tienen la urgencia de la mesa vacía. Y seguramente es así. Cuántos ciclos puede vivir una persona en su vida?
Hasta cuándo deberíamos esperar para volver a ver tiempos de luz sin antes dejar una existencia de privaciones?

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