ELECCIONES: UN PROBLEMA QUE CAUSA PROBLEMAS


El problema son las elecciones

En este punto y en estas circunstancias, el sistema democrático, en su dimensión electoral, estaría produciendo importantes y serias dificultades para el conjunto de la sociedad. 
El país está pendiente de la elección presidencial de octubre, de los candidatos, de la campaña, lo cual, en circunstancias normales debería ser un hecho generador de expectativas de mejora y progreso. No es así.
En las circunstancias actuales la realización del comicio y la campaña electoral previa lo único que genera es incertidumbre, desconfianza, inquietud. El nivel de conflictividad política es altísimo ya que no se limita a la dirigencia política, sino que está la misma está instalada en el seno de los hogares, de las relaciones familiares y personales. 
Los medios de comunicación presentan a diario un desfile de agresiones, ataques, acusaciones entre los responsables de conducir el país (sean gobierno u oposición), lo cual pone en cuestión su aptitud moral y profesional.
Pero el problema no se limita al antes de la elección. Superada la misma según los plazos institucionales, es decir, dentro de largos ocho meses, y luego de atravesar este período de confrontación política cruento, agravado por la crisis social y económica, todavía queda que el partido y las personas que sean elegidos, intenten gobernar.
Su situación será, inevitablemente, de debilidad política, porque su base de sustentación será insuficiente dada la actual división del electorado.
Una elección tendrá como resultado supuestos ganadores y seguros perdedores.

Todo esto puede ser evitado con una medida de emergencia institucional: la sociedad debe elegir, por el momento, no elegir.
Deben suspenderse los próximos comicios, no así la entrega del mando, la cual Incluso, debería adelantarse. 

Pero sí se suspendieran las elecciones, ¿cómo se resolvería la sucesión presidencial?  ¿quién se haría cargo del poder ejecutivo? ¿Quién funcionaria como oposición? ¿Cómo sería controlado el gobierno? ¿Por cuánto tiempo se mantendría esta medida de excepción?

1) El gobierno nacional debería surgir de un consenso unánime entre los principales líderes políticos y sociales del país. De ese conclave, donde debería privar el patriotismo, la grandeza y la generosidad, surgirán los futuros presidente y vicepresidente de la Nación. La elección de los mismos debe ser unánime y por consenso. No “gana” el saca más votos. La elección debe contar con la conformidad de todos, para asegurar una contundente legitimidad. Asimismo, el gabinete ministerial debe ser integrado por personas capacitadas, idóneas y de probada aptitud moral y profesional, con independencia de sus ideas políticas y pertenencia partidaria. 
2) El control de este gobierno de consenso lo ejercería el Congreso con el acompañamiento de este conclave de ciudadanos y con el compromiso de acompañar a la gestión de consenso aprobando las leyes que se soliciten desde el poder ejecutivo. 
3) Este ejecutivo de emergencia necesitaría una duración definida que sea suficiente para lograr sus objetivos. Lograda la estabilidad política del país, se debería retomar el funcionamiento normal de las instituciones, con elecciones realizadas por la ciudadanía.
4) Este gobierno de emergencia debería en primer lugar, apuntar a disminuir la conflictividad política y social, aunque esto implique renunciar a la revisión de las gestiones precedentes, o por lo menos dejarlas en suspenso. En segundo lugar debería encarar una reforma institucional que redefina las reglas del juego político para evitar que la elección del gobierno ponga en crisis la administración del país. Paralelamente, lograda la disminución del enfrentamiento político, debería enfocarse en estabilizar la economía y proyectar medidas que apunten al crecimiento económico.



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