Confusiones de clase. Cuando el Lobo es Caperucita.

El 3 de febrero de 1852 Juan Manuel de Rosas, caudillo federal y gobernador de la provincia de Buenos Aires, era derrotado en la batalla de Caseros, a manos de otro caudillo federal, el gobernador entrerriano Justo José de Urquiza.
El establishment porteño recibió con júbilo la caída del tirano. ¿Cuál había sido el crimen de Rosas? Engordar los bolsillos de la burguesía porteña, mantener los privilegios del puerto de Buenos Aires, en un delicado equilibrio respecto de los intereses del Interior perpetuamente relegado. Básicamente, entonces, servir a los intereses de su propia clase. Sin embargo, los principales beneficiarios de su política, sus protegidos, fueron los que aplaudieron en primera fila su caida. Por su parte, los comerciantes ingleses que operaban en Buenos Aires -siempre los ingleses mal que nos pese- hicieron una lectura pragmática y precisa: la caída de Rosas abría un enorme signo de pregunta ya que Rosas era la garantía del orden.
Traigo a colación este hecho histórico teniendo presente que es susceptible de múltiples objeciones en su análisis y que espero los lectores realicen piadosa y oportunamente. Sin embargo, quisiera tratar de abstraer el hecho en su estado puro, podríamos decir -sin ánimo de ser presuntuoso- fenomenológicamente: lo que se alcanza a ver es un grupo o sector social alto, beneficiado por un gobierno, pero que eventualmente se vuelve contra ese gobierno, al punto de promover su caída, y aun a costa de hacer peligrar sus propios intereses.

¿Por qué puede ocurrir esto?

A) Los beneficios recibidos por ese grupo dejan de ser percibidos como realmente importantes, tal como lo fueron en algún momento. Así, la existencia del benefactor pierde su razón de ser.
B) El garante de esos beneficios se ha convertido -o bien pasa a ser percibido- más como una amenaza y/o un obstáculo para los intereses de ese grupo. Su desaparición es más beneficiosa que su continuidad.
C) El garante de esos beneficios si bien continua promoviéndolos y garantizándolos, lo ha hecho de manera tal que ha lastimado las creencias, la honra o incluso la propiedad de algunos de los integrantes del sector beneficiado, generando rencor hacia el benefactor. Por lo tanto pesa más el resentimiento hacia el garante que el deseo de mantener la existencia del garante.


En síntesis, el sector alto beneficiado llega a un punto en que está dispuesto a poner en riesgo sus prebendas si eso le permite liberarse del benefactor al que perciben como un opresor.


Volvamos a la Historia.
Salvando las distancias, se podría intentar una cierta analogía con Perón. Perón, de alguna manera, transito un proceso que se podría considerar similar. Detrás de la retórica antioligárquica, la doctrina de la justicia social se podría considerar una suerte de antídoto contra el avance de las "ideologías disolventes" de la izquierda. Perón fue en cierto modo, el garante de los intereses de los sectores altos, como en su momento pudo serlo Rosas respecto de su grupo. No obstante eso, la oligarquía conservadora y la clase media juntaron sus fuerzas contra "el tirano" más allá de que este hubiera contribuido como pocos a alejar al país de la izquierda comunista. Estos sectores no soportaron los abusos del tirano, la arrogancia de Eva, la soberbia del peronismo. Obviamente no imaginaron que la historia posterior podía llegar a ser muchísimo más abusiva y perversa que lo que había sido Perón.
Además de la cuestión digamos "afectiva", se podría considerar la motivación económica, es decir, evaluar en que medida la política económica del primer peronismo (1946-1955) constituyera una amenaza a los intereses económicos de estos sectores. No puede decirse que la misma fuera realmente atentatoria de los intereses del establishment, salvo por el hecho de obligar a una distribución de la riqueza, más bien funcional al sistema antes que fundada en preceptos ideológicos de izquierda -cosa que no supo o no pudo ver la burguesía conservadora-. Morigerado el factor económico, lo que queda es la motivación afectiva. Lo que no se toleraba era que Perón tomara en lugar de pedir, que declamara que los trabajadores tuvieran derecho a una riqueza de la cual ellos se consideraban sus generadores y propietarios. Perón se convirtió entonces, para la burguesía conservadora, en el tirano.

Insisto en la prevención de tratar de tomar el fenómeno en su estado puro: un sector alto beneficiado por un orden económico social, pero que se vuelve contra el benefactor garante de ese orden.

Llegamos ahora a la Argentina kirschnerista.
Néstor y Cristina encuadrarían en este esquema, con algunas consideraciones (y seguramente otras más que
los lectores sabrán identificar):

A) La gestión beneficia a todo el conjunto de la sociedad, en mayor o menor medida, no solamente a un sector. No todos lo perciben así.
B) La gestión de gobierno es una garantía, no contra una "ideología disolvente" pero si ante una situación de hecho de posible disgregación social.
C) El gobierno K, al igual que el caso de Perón, toma la riqueza generada, no la pide, y eso no es tolerado por los propietarios de esa riqueza -digo propietarios y no generadores, distinción no poco importante-.
D) El gobierno K ha desarrollado un estilo de gestión que, si bien en los hechos garantiza un orden y un cierto equilibrio social, se ha vuelto de difícil digestión para los "principios" de ciertos sectores medios y medios altos. No se tolera la supuesta arrogancia de Néstor y Cristina, la soberbia, el estilo avasallador del matrimonio presidencial, la supuesta limitación a la libertad de expresión. Ni hablar de la retórica setentista. Todos esos "sapos" son tragados por la clase media y los sectores altos en tanto el dólar se mantenga estable, la inflación esté relativamente controlada y se pueda seguir consumiendo en cuotas. Desde ya que estos prejuicios de estilo no son mayormente relevantes para los sectores populares en tanto el gobierno sigue tomando la riqueza y distribuyéndola discrecionalmente.

Estas reflexiones nos podrían llevar a inferir el mismo corolario que la historia desarrolló en su momento: que las clases acomodadas dentro de un ordenamiento social se vuelvan en contra de los garantes de ese ordenamiento, dado que ven una amenaza en quienes en realidad son la garantía.

A diferencia de los dos casos analizados -el de Rosas y el de Perón- esos sectores que confunden la garantía con la amenaza, no pueden contar con otros factores de poder que, como en los casos de Rosas y Perón, les permitan eliminar la supuesta amenaza -leáse Fuerzas Armadas-. El factor clave hoy en día son los medios de comunicación, únicos capaces de llevar esa confusión entre garante y amenaza, a los sectores populares mayoritarios. En otras palabras, Caseros o la Revolución Libertadora se juegan hoy día en las páginas de los diarios, en la televisión, en las radios, en la batalla por hacer creer a la sociedad que los garantes de este orden son en realidad su amenaza.
Conclusion: sería deseable que las clases acomodadas de la sociedad identifiquen con inteligencia cuales son las ventajas de preservar un modelo que con sus pro y sus contras preserva un cierto equilibro social e incluso lleva adelante un crecimiento no visto en muchos años en el país. Sería deseable que estos sectores tengan una predisposición a compartir aquello de lo que circunstancialmente son propietarios pero que soberanamente pertenece al conjunto de la sociedad.
Sería deseable que las susceptibilidades de estilo no se constituyan en el criterio para juzgar el accionar real de una gestión de gobierno.
Sería deseable en síntesis, que no se confunda, nuevamente, al benefactor con la amenaza.
Ni a Caperucita con el Lobo.

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