Ultraderecha: un cataclismo para reestablecer el equilibrio

Las noticias al respecto son reiteradas y dan cuenta de este fenomeno a nivel planetario: el resurgimiento y posicionamiento como fuerza politica de relevancia a la ultra derecha en distintos paises no menores del mundo: Trump en USA, Vox en España, Salvini en Italia, Le Pen en Francia, Bolsonaro en Brasil. Un poco mas devaludos y no por cierto como exponentes de una ultra derecha, tenemos a Lenin Moreno en Ecuador, Macri en Argentina y Pineira en Chile.
Hablar de ultra derecha nos remite desde un punto de vista ideológico al fascismo y al nazismo, a la antidemocracia, al nacionalismo extremo, la xenofobia, la discriminación, el sentido de superioridad racial, la justificación de la expansión y el darwinismo social. Desde una perspectiva histórica se hace presente el drama de los totalitarismos de derecha, la Segunda Guerra Mundial y del Holocausto Judío.
Entonces ¿hablar de resurgimiento de la ultraderecha implica la re-edición de estos postulados y su posible corolario de muerte, sufrimiento y destrucción?
¿Se puede incurrir nuevamente en un drama de estas características? ¿la humanidad no ha aprendido de estas lecciones impartidas con sangre y horror? La única enseñanza de la historia es que no enseña nada. 
Parecería, y esta sería la hipótesis, que cada generación necesita su cuota de sufrimiento, de destrucción, de muerte, a pesar del registro cada vez más acabado, mas detallista, más profundo de los desastres originados por el imperio de estas ideologías. Se vuelve siempre sobre lo mismo, se avanza siempre hacia el abismo, fatalmente, aun que sepamos que el abismo esta ahi esperándonos. En términos psicoanalíticos, la pulsión  tanática de autodestrucción, de muerte,
¿Se puede hacer un juicio ético sobre este proceso que parece fatal? La confirmación de esta fatalidad eximiría la búsqueda de una explicación. Es, simplemente, el ciclo de vida y de muerte que deviene a lo largo de la historia universal. Cuando la estructura social se va saturando de interacciones y relaciones insostenibles, que imposibilitan la convivencia social, al igual que las catástrofes naturales, las sociedad incuban, desarrollan y ejecutan sus propios cataclismos, para que, los que sobrevivan y sus descendientes, reconstruyan el entramado social para que se permita nuevamente la convivencia social.
Pasado el cataclismo 1939-1945, refundado el mundo sobre nuevas bases, esas estructuras han llegado a su punto de agotamiento bajo formas nuevas pero con viejas soluciones. 
Las nuevas formas de agotamiento se manifiestan en las profundisimas desigualdades económicas y sociales, que engrosan cada vez más la multitud mundial de parias que migran de país en país buscando un horizonte vital mínimo. 
Se manifiestan en la resistencia xenófoba de aquellos que no quieren resignar algo o parte de su propio horizonte vital para estos descastados y están dispuestos a hacer lo que hay que hacer para dejarlos bien afuera.
Se manifiesta en un crecimiento poblacional incontrolable, con el envejecimiento de la población, con el crecimiento del sector improductivo de personas (indigentes, jubilados, pobres) pero que igualmente deben consumir para vivir.
Se manifiestan en la activa vigencia de poderes imperiales, de nuevos ropajes pero de rostros conocidos, con las mismas remanidas intenciones de explotación y sometimiento de pueblos, pero decoradas con las desempolvadas guirnaldas de libertad y democracia. 
Se manifiestan en el saqueo vandálico de los recursos naturales del planeta, a manos de los dueños del capital y del conocimiento, y con la complicidad de los que fueron educados para no creerse el relato nacionalista.
Se manifiesta basicamente en la posibilidad de vivir como seres humanos para algunos y la fatalidad de vivir como animales, para otros. 
La vieja dicotomia de la civilización y la barbarie, pero con el elemento mágico de lograr que los bárbaros crean que ahora son civilizados y pidan vivir como civilizados cuando en realidad siguen siendo bárbaros. 
Los idealismos en sus vertientes moderadas (por caso, los médicos de la civilización que van a atender a los niños de la barbarie en la selva africana o en las favelas brasileñas; las ong, las fundaciones, greenpeace, etc.) , o en sus vertientes más virulentas (chalecos amarillos en Francia, movimientos antisistena por ejemplo), actúan sobre el supuesto de la posibilidad de un cambio para bien, de que es posible un mundo equitativo donde todos podamos vivir realmente como seres humanos.
Solo retrasan la ocurrencia del cataclismo re equilibrador.
Como querer evitar un tsunami con bolsas de arena en la playa. 
Las sociedades que se tornan inviables, incuban en sus contradicciones el cataclismo que las hará morir y renacer... hasta el próximo cataclismo.
Si esta perspectiva fatalista fuera una ley histórica, se entendería que nuevamente se marche ciegamente hacia el fascismo y el nazismo, buscando, a partir de un nuevo cataclismo, un re-equilibrio biológico y social como cualquier otro sistema de la naturaleza, sin importar la historia y el progreso de la autoconciencia.
En el medio, entre un desastre y otro, anecdotica y naturalmente olvidadas, se encuentran la miseria y la nobleza de la Humanidad.

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