Análisis

La situación es, como 2003, nuevamente anómala: no son los poderes corporativos los que definen las opciones electorales que se someterán a la voluntad popular. Las verdaderas PASO se han dirimido, esta vez, en el planeta de la política, donde las leyes de física social responden a otras lógicas.

Los presidentes argentinos que forjaron la organización nacional, contando desde Mitre en adelante, pasaban por el examen implícito de los poderes fácticos, desde fines del siglo XIX a principios del siglo XX. Todos entendieron y creyeron con sinceridad que la grandeza del país sólo podía pasar por la grandeza del sector agropecuario y de la clase social que lo encarnaba.

Roca fue un advenedizo provinciano que supo incorporarse a esta clase, asumiendo un rol más que activo en defensa y promoción de sus intereses, siendo premiado con la presidencia.

Otros presidentes fueron de extracción puramente oligarca y el trabajo corporativo pasaba por definir quien defendería mejor los intereses del sector agropecuario, y no por definir si alguno de los candidatos realizaría algo contrario a esos intereses.
Roque Sáenz Peña puede considerarse una excepción, fatal, en los hechos, no tal vez en su intencionalidad que no fue comprendida.

Yrigoyen? Situación política anómala (uno de los suyos hizo lo impensable: dar paso a una democracia real, no nominal) pero que en esa oportunidad, curiosamente y aún que no lo parezca, resultó en favor del poder corporativo agropecuario. El presidente surgido en 1916 nunca término de enfrentarse a la sociedad rural. Mantuvo la neutralidad argentina en la guerra y aseguró la continuidad del comercio de exportación de carne y cereal. Carga en su presidencia con dos represiones antipopulares difícilmente justificables.

¿Por que Yrigoyen en 1922, volcó su preferencia por Marcelo T. de Alvear, políticamente radical pero socialmente oligarca, para ser su virtual sucesor? ¿Jugaron algún papel los poderes fácticos? ¿Estaríamos autorizados a buscar algunas analogías entre este hecho y la candidatura presidencial del actual gobernador de la provincia de Buenos Aires?

Analizar los hechos posteriores al golpe de 1930 sería, tal vez, ocioso. La crisis mundial generó una acción refleja contundente que término con el juego infantil de la democracia. Fue necesario que los "grandes" retomaran el control y así lo hicieron, más de la mano de Justo antes que de Uriburu. Todo parecía retomar el rumbo que jamás debió e perderse.

El presidente Ortiz... ¿Un antecedente kirchneriano? No en lo que hace al contexto. El hombre daba todas las garantías, empezando por su origen como abogado de los ferrocarriles ingleses, y sin embargo empezó, de alguna manera, a "bajar cuadros", con la clara intención de volver a una democracia real. Como en tantas otras veces las leyes de la biología pudieron más que las voluntades y el vicepresidente Castillo al hacerse cargo de la presidencia puso las cosas nuevamente en su lugar, es decir, el lugar definido por los poderes fácticos.

El coronel Perón hubo de dirigirse a esas proto corporaciones antes y después de ser presidente por primera vez, hablando el lenguaje que los incipientes empresarios industriales entendían. En rigor, Perón supo hablar el lenguaje de cada uno con el que tenía que hablar. Sería un grosero error de este análisis desatender la voluntad y la visión de Perón para considerar los intereses de los poderes fácticos de su tiempo, reconstituidos y aumentados por el auge industrial, y al mismo tiempo defender los legítimos intereses y derechos de los sectores populares trabajadores. Por eso Perón fue un conservador revolucionario y un revolucionario conservador. En esa capacidad, hasta ahora nunca reproducida, de político y estadista, para surfear entre los intereses de los poderes fácticos y los derechos de los sectores trabajadores, reside tal vez la clave para entender la vigencia presente del peronismo.

Para no extender en demasía este comentario, la idea es contemplar este tiempo político actual. 12 años después de la crisis de 2003 los poderes fácticos están reconstituidos, producto de 12 años de gestión económica que, en una lecturs de largo plazo ha sido comparativamente la menos perniciosa desde de 1955. Esos poderes fácticos, dentro de los cuales incluimos obviamente a los sindicatos, son actores preponderantes en el juego político, pero no han de ser definitorios, toda vez que la definición debe ser necesariamente política. Que los intereses de los poderes corporativos sean considerados por el poder político es una condición ineludible en las decisiones políticas propias del estadista. Distinto es que esas decisiones sean tomadas por los poderes fácticos e impuestas al poder político.

La preferencia de la presidenta por el gobernador Scioli podría ser analizada desde esa lógica: se avisora la necesidad de un virage hacia una cierta moderación, reclamado desde varios sectores, que si bien no comulgan con el ideario kirchnerista, no dejan de ser argentinos, al tiempo que no comprometa el rumbo general decidido políticamente desde 2003. Scioli representa esa opción, no así Florencio Randazzo., el cual quedó excedido en su discurso ultra kirchnerista. Florencio, tal vez, hubiera sido un muy buen émulo de Nestor en 2003, no así en 2015.

Al mismo tiempo, la designación de Zannini como compañero de fórmula debería leerse desde una lógica también política. No colocar una basa en ese sentido sería una ofensa a la inteligencia y al pragmatismo más que demostrado de la presidenta. El mote de "comisario político" asignado a Zannini por algunos medios no es más que pirotecnia verbal. Seguramente en la intimidad de sus pensamientos entenderán que no es ni más ni menos que lo que haría cualquier estadista que se precie de aerlo.
Final:
Lo trascendental, lo relevante de este tiempo político es que la decisión es política, en función del conjunto, y no corporativa, en función de sectores.
La incertidumbre pasa por la capacidad de Scioli para cumplir con esta expectativa de inclinar levemente el rumbo hacia el otro lado sin comprometer el proyecto en lo esencial, e decir, mantener la independencia del poder político.

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